La Vendimia

Si le preguntas a un viticultor por la época más bonita del año lo más probable es que te responda que el momento de la recogida de la uva.

Y es que la vendimia ha estado rodeada de espiritualidad y misticismo desde la antigüedad, cuando la tierra muestra toda su benevolencia y nos ofrece su fruto divino.

En diversas culturas el vino ha estado ligado a diferentes deidades como Osiris en el antiguo Egipto, o Dionisio en la civilización griega, quien se convirtió en Baco en la antigua Roma.

En los días previos a la vendimia, el viticultor, como en la antigüedad, “mira al cielo y acaricia el suelo”. Analiza al detalle el proceso de maduración de las uvas con el fin de recolectar la cosecha en el momento adecuado.

El envero es el que da la señal de entrada en la recta final del ciclo de la viña, cuando las uvas cambian de color volviéndose las uvas tintas de un color rojo a púrpura, mientras que las blancas pasan del verde al amarillo y dorado.

En este momento los niveles de azúcar aumentan mientras que la acidez de la uva comienza a descender.

Pero ¿cómo saber el momento de vendimiar?

Hablar de viñedos es hablar de campo y de agricultura; como tal, la vid está influenciada por una serie de factores que influyen y determinan el resultado final.

Realmente no hay una ciencia exacta que determine la maduración perfecta de la uva, ya que el equilibrio óptimo entre azúcar-acidez-taninos puede variar ya sea por el clima, la variedad de uva, si se vendimia por el día o la noche (preferible para que el fruto llegue fresco a bodega)  y por supuesto depende del estilo de vino que se quiera elaborar.

En este contexto es crucial el papel del viticultor y/o enólogo, quienes decidirán el momento de la vendimia, bien porque consideran que las uvas tienen las cualidades idóneas para elaborar el estilo de vino deseado; o en otros casos se ven obligados a proteger su cosecha adelantando la vendimia por inclemencias del tiempo, como lluvias o granizadas.

Esa uva está en su punto... ¿Ahora qué?

Tomada la decisión, es hora de recolectar la uva, y para ello, hoy día puede realizarse de forma mecánica o manual.

No todos los viñedos se pueden vendimiar con máquinas, ya que la orografía del terreno debe permitirlo, así como la disposición de las cepas que deben estar en altura. Como principales ventajas de la vendimia mecánica son el ahorro de costes así como la rapidez, pero no todo es tan bonito, ya que la máquina no distingue si la uva está madura, si está sana… Así que todo se mezcla, incluyendo restos de hojas y demás vegetación, por lo que posteriormente se tendrá que seleccionar la uva más detenidamente una vez llegada a bodega.

En el caso de la vendimia manual, es más lenta y costosa al necesitar más mano de obra, sin embargo de esta manera el viticultor se asegura que la uva recolectada es la perfecta, ya que permite realizar una selección en la propia viña; además los racimos pueden llegar enteros a bodega, importante para elaborar algunos estilos de vino, cosa que no ocurre con la vendimia mecánica.

Este estilo de recolección es el más extendido en España, dado que se adapta a cualquier tipo de terreno.

Decisiones, decisiones, decisiones…

Con tantos caminos que tomar y tanta incertidumbre no es de extrañar que las antiguas civilizaciones buscaran apoyo en los dioses para comprender las fuerzas de la naturaleza y que una buena vendimia fuese tan celebrada.

En España, hoy día perduran festejos y tradiciones ligadas a la vendimia. Una estampa típica es ver a grupos de gente en los campos sin ninguna maquinaria, ataviados con algún utensilio para cortar los racimos y cargando cestos repletos de uva, en muchas ocasiones es una labor familiar.

Jornadas agotadoras que comienzan incluso de madrugada con la meta de recolectar los mejores frutos y su llegada a bodega en las mejores condiciones posibles para empezar a vinificar.

Así pues, la vendimia es todo un acontecimiento, la conexión del hombre y la tierra, lo divino y lo humano, en un ciclo que se repite desde tiempos inmemoriales.

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