¿Me creerías si te dijera que el vino no tiene color? ¿Y qué tal si te digo que a partir de la uva tinta se puede hacer vino blanco?
Comprender los factores que determinan los colores del vino puede facilitar mucha información, nos permitirá conocer mejor lo que estamos bebiendo y disfrutarlo a otro nivel.
Lo primero que has de saber es que el mosto extraído de las uvas es incoloro y que los responsables de que el vino adquiera color son los llamados compuestos fenólicos. Estos están presentes en la piel de la uva en su mayoría. De ahí que la intensidad en el color de un vino pueda variar dependiendo del tiempo que ha permanecido en contacto con sus pieles.
Cuando vamos a disfrutar de un vino, la apariencia es la primera impresión que percibimos, por tanto, el aspecto que presenta nos puede servir de indicador de muchas de sus características.
¿Es claro o turbio?
La mayoría de vinos presentan colores claros y brillantes; la turbidez de un vino es a causa de las partículas en suspensión y puede ser considerada un defecto; aunque para determinar si realmente es defectuoso tendríamos que oler o directamente probarlo, ya que esto a priori no es más que un indicador de que el vino no ha sido filtrado y/o clarificado.
Con la creciente oferta actual de vinos naturales es normal encontrarnos vinos que presentan cierta turbidez, ya que algunos productores consideran que estas partículas en suspensión no deben ser eliminadas, al menos no en su totalidad, porque restaría pureza a sus vinos.
Es posible hacernos una idea de la edad del vino por su color.
Si estamos ante un vino blanco, de manera generalizada, podemos establecer una escala que va desde el amarillo limón o amarillo verdoso que indican juventud, pasando por el dorado para vinos blancos con cierto envejecimiento; hasta encontrar tonos ámbar para blancos que generalmente son vinos muy viejos o que se han oxidado deliberadamente como ocurre con los vinos de Jerez.
En el caso de los vinos tintos la gama de tonalidades pueden ir desde púrpura, rubí siendo este más común en los vinos españoles, pasando por el granate a medida que envejecen hasta alcanzar matices teja, incluso marrones en tintos que han sufrido oxidación.
Aunque los vinos rosados pueden considerarse como tintos muy pálidos,he de mencionar que también poseen descriptores del color específicos que pueden ir desde el rosa palo a tonos más anaranjados ó salmón.
Es increíble la variedad de tonalidades que pueden adquirir los vinos, por eso siempre recomendaremos disfrutarlos en una copa limpia y transparente ( véase articulo “el Dilema Copérnico”), dejando que el vino sea el protagonista.
Cuando compres un vino, elígelo por su color y su aroma. Una etiqueta bonita, el precio o la forma de la botella intentan influir en la elección, pero no son capaces de despertar los sentidos.
Podríamos establecer de manera generalizada una asociación entre los colores y los aromas del vino.
De esta manera,los tintos con aquellos colores que denotan juventud,suelen presentar un caracter jugoso y afrutado,con aromas de fresa,como los elaborados con Garnacha; o bien intensos con aromas a frutos del bosque, grosella negra. A medida que van sufriendo cierta evolución o envejecimiento, suelen deleitarnos con aromas especiados,como pimienta negra y herbáceos; pueden volverse más cálidos, con aromas de cacao, hasta notas terrosas.
Los vinos rosados cuando muestran colores pálidos, suelen ser de carácter delicado, refrescantes y secos; ideales para un aperitivo de primavera o verano. Aquellos que presentan colores intensos suelen ser más vigorosos,con aromas frutales y más textura en boca.
En el caso de los vinos blancos, en su juventud, suelen tener aromas de fruta verde, cítricos, con una acidez refrescante; o bien perfumados ,con notas exóticas y florales como los elaborados con Moscatel y Gewürztraminer. Cuando tienen cierta evolución o han sido fermentados en barricas, se vuelven deliciosos con aromas a fruta de hueso, melocotón. albaricoque, perfectos para una tarde de verano;o incluso notas tostadas o avainilladas.
Los vinos generosos o fortificados, son un claro ejemplo de cómo la evolución que sufren en la bota y/o la oxidación a la que son sometidos, ya sea de manera natural o deliberadamente, pueden influir de manera radical tanto en el color como en los aromas. Partiendo de los más jóvenes como son finos y manzanillas, estos se muestran normalmente de un color amarillo pajizo, de caracter seco y punzante, refrescantes,con notas salinas, frutos secos, soberbios como aperitivo; esa palidez deja paso a preciosos tonos dorados, que denotan cierta madurez,aromas de levadura, tostados y cierto amargor como es el caso de una manzanilla pasada.
Desde el momento que sufren un proceso de oxidación adquieren colores que van desde el ámbar hasta un intenso color caoba, mostrando aromas avellanados, café, barniz y caramelo, propio de olorosos y amontillados.
En definitiva, los colores y aromas del vino son una explosión para los sentidos. También hay que tener en cuenta que la variedad de uva es determinante en estos; no obstante, todo lo que sucede a las uvas desde la vid hasta que llega a la copa contribuye a definir la personalidad de cada vino. Diviértete, abre tu mente, explora y disfruta el vino.
P.D: De tanto hablar de colores ya no me puedo sacar esta canción de la cabeza. Que la disfrutéis vosotros también, oleeé…
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